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¿Cómo se hace un injerto de encía?

El injerto de encía se ha convertido en una de las intervenciones terapéuticas más importantes a la hora de tratar la salud periodontal y reparar los daños causados por enfermedades que pueden tener graves consecuencias generales si no se tratan a tiempo. Los injertos de mucosa libre en el área gingival o de la encía se emplean para tratar el fenómeno de la recesión gingival, en que el retroceso de esta zona provoca tanto inconvenientes estéticos como un notable riesgo para la salud, pues puede repercutir gravemente en una mayor inestabilidad de la dentadura.

Esta recesión gingival puede producirse por una serie de causas variadas, que a menudo son indicios de problemas de salud bucodental que no han de pasarse por alto. Tales causas, o al menos las más habituales y frecuentes de ellas, son:

  • Patologías periodontales, ocasionadas por la avanzada acumulación de sarro, y que pueden degenerar de gingivitis en piorrea, periodontitis, con secuelas graves como pérdida de dientes, o incluso de hueso cuando se deteriora y pierde previamente mucosa dental.
  • Un traumatismo en la boca también puede ser una de las causas de esta recesión o retroceso de la encía.
  • Un cepillado demasiado violento puede afectar también al tejido mucoso de la encía.
  • Determinados vicios que pueden corroer el tejido mucoso gingival pues generan ácidos en contacto con la saliva, y contribuyen en mucha mayor medida a la placa bacteriana y a la acumulación desmedida de sarro. Tales malos hábitos, como el abuso del tabaco, café, alcohol, azúcares, no digamos ya determinados fármacos o drogas, son un potente corrosivo de nuestra salud periodontal.
  • A veces, sencillamente este retroceso del tejido de la encía se debe a procesos fisiológicos y hormonales relacionados con la edad de la persona de que se trate, o con su estado de embarazo, etc. En estas ocasiones, es necesario practicar un injerto de encía sin que ello se deba a causas previas patológicas ni a accidentes o a malos hábitos del individuo.

Evolución de un injerto de encía

Como es lógico, la pérdida de tejido gingival alrededor de la encía afecta a la estabilidad y movilidad del diente, y, por lo tanto, constituye un peligro en sí, pues puede llevarnos a la pérdida de piezas dentarias. Una ventaja considerable del injerto de encía es que se trata de una técnica de intervención cuyo carácter invasivo es mínimo: o sea, que afecta de manera mínima al tejido sobre el que se ha de llevar a cabo. En otras palabras: no ha de resultar especialmente doloroso ni supone una labor quirúrgica muy profunda, ni, por consiguiente, un posoperatorio muy prolongado.

Los injertos libres de mucosa que han de realizarse en la encía, se obtienen primero en el propio paladar duro del paciente, del que se extraen de forma prácticamente indolora y con una pérdida mínima de este tejido mucoso palatal. Durante la primera semana, el paciente puede sufrir algunas molestias pasajeras sin mucha relevancia. Tanto la extracción como la adaptación de esta mucosa del paladar a la encía, son técnicas que han mejorado muy notoriamente con el uso de microbisturíes. Esta operación ha de estar en manos de un especialista odontológico con experiencia y trayectoria en tan proceloso terreno, pues de lo contrario, si la pieza a injertar en la encía es demasiado pequeña, podrá necrosarse con facilidad, y, si es demasiado grande, podrá llegar a interrumpir el riego sanguíneo de la zona. También se puede emplear tejido conjuntivo, que además es el más efectivo para estas operaciones.

A día de hoy, el injerto de encía se han convertido en una de las formas de cirugía periodontal más solicitadas y más eficaces, y que ha de ser realizado por auténticos profesionales en clínicas dentales de prestigio.

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